Delirios poéticos

DELIRIOS POÉTICOS
 

A dónde deseo llegar con mi literatura, qué deseo expresar, cuál es mi estilo, qué inspiración recibo, tales preguntas me hacen y yo les respondo:

No tengo estilo porque no deseo encadenarme a un solo estilo, carezco de un solo maestro pues todos los que me precedieron en el manejo de la pluma son mis maestros, de todos ellos bebo y me alimento y a todos ellos, enriquecidos, los micciono y los excreto. 
 
Deseo expresar mi disconformidad con todo lo existente, con la vulgaridad entronizada, y combatir el abandono del aristocratismo en aras del culto a unas masas idiotizadas y siempre complacientes que no saben obedecer, no se dejan guiar y que son incapaces de tomar el timón de su destino glorioso. Desprecio al populacho que se cree libre y es esclavo de su propia ignorancia, desprecio a los que dicen no tener Dios pues son sumisos a falsos y pequeños seres endiosados y viles. 
 
Vengo a afirmar que el caos es siempre mejor que un orden estéril de paz emasculada beneficiosa solo para sibaritas afeminados, vengo a asegurar que la ley de la selva es más sincera y justa que cualquiera de los textos legales, verdaderos monumentos al mal gusto literario, redactados por leguleyos embusteros en beneficio exclusivo de los que, habiendo sido poderosos, hoy no representan más que un poder decadente y degenerado. 
 
Afirmo que en este mundo hipócrita el más canalla de los delincuentes goza de superioridad moral sobre el policía que le detiene y el juez que le juzga porque al menos es sincero en su ruindad y no se rodea de nobles ideas a las que constantemente traiciona. 
 
Vengo a cantar al movimiento absurdo del afectado por cualquier espasmo involuntario frente al inmovilismo y la quietud estéril del burgués contemplativo amante del mantra de «paz, siempre paz». 
 
Vengo a combatir al amor romántico, esa complicación innecesaria, por melifluo e infantil y a afirmar la belleza de la fuerza en la que se expresa el verdadero romántico que solo puede serlo si es de acero forjado con bilis y templado con músculo; vengo a atacar la cortesía amanerada y a afirmar la franqueza de las palabras duras y la precisión de los gestos aún más duros, deseo exaltar todas las ideas locas que llevan a la creación artística original aunque culminen con la extinción pues toda extinción es, en sí misma, un acto creador que abre la puerta a lo novedoso, a lo verdaderamente original, que es lo desconocido. 
 
Vengo a afirmar que la mejor inspiración del literato es el placer y la muerte, la sangre y el veneno su mejor tinta y el manicomio la más alta Academia a la que debe aspirar.
Afirmo que la comodidad corrompe y esteriliza, estoy contra la vida cómoda y vengo a anunciar un tiempo nuevo donde el carácter viril impere por igual en hombres y mujeres. Vengo a exaltar la lujuria como la verdadera idea motora de la historia y la virilidad como la única filosofía de vida superadora de todas las corrientes de pensamiento que desde el siglo XVI han servido para degenerar al ser humano apartándolo del recto camino hacia la divinidad, destino único donde se encuentra la igualdad. 
 
Denunció que el pensamiento es la excusa para la inacción, un pensamiento que se prolonga más de cinco minutos sin realizarse no es más que indecisión y cobardía. Errar no importa, si el resultado es hermoso o glorioso. Afirmo que toda hermosura, toda gloria y toda tragedia es poesía sublime. 
 
Vengo a desatar los infiernos para fortalecer las almas debilitadas por las dudas, el parlamentarismo y las tertulias televisivas. 
 
Vengo a declarar que las actuales sociedades de ciudadanos fulanos y votantes zombies apegados a teléfonos y pantallas no merecen ni museos ni bibliotecas. Por coherencia, esas sociedades que reniegan de su historia y de su pasado no merecen tener bibliotecas ni museos y así podrán degenerar libremente si deber nada al ayer y, sobre todo, sin prostituirlo. 
 
Vengo a ser amada por unos pocos y odiada por la mayoría siendo consciente que, de esos pocos, alguno me traicionara y que esos que afirmen odiarme, me odiarán porque están irremediablemente condenados a amarme. 
 
Recordad atreveos siempre, gozad de los placeres con pasión desaforada y que el escándalo sea vuestro mejor agente literario.
 

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